01 noviembre, 2017

Prólogo de un noviembre santo y chúcaro

Miércoles de noviembre
el primero,
santo y sereno.
Desde un trono de espinas
reinaba el Silencio, 
majestuoso, soberbio,
solo...
Mientras, intentaban los dolores  
asediar sus regiones caudales
y paralizaban al ser, anquilosada columna
casi habituado a la monótona rigidez matutina, 
aunque no lograban distraerlo por completo de su obsesión.
Esclavo de un verdugo omnipresente...
Ausencia del platónico... ¿amor? 
escocían los recuerdos afilados y apilados
en apenas una docena de lunas atrás,
atropellando con insoportable efectividad
el mismo rostro... el mismo nombre...
Abstinencia del casi contacto que ayer fuera
con un rostro... con un nombre...
vacíos...
delineados meticulosamente 
por la ambición de un romántico idealista
que ajenos al real ser, rellenaba y maquillaba al ¿amor?
gigante...
inconmensurable/infinito...
eterno...
No.
Grandilocuente e irremediable egocentrismo...
Histérica compulsión de Adonis
morena humanidad de ojos rasgados
quien sedienta de fanáticos y aplausos sordos, 
endulza los oídos y acaricia los egos de frágiles invidentes
arrastrando a un puñado de enamorados a su lecho virtual
que aunque, aburrido, descarta al principio
para luego convocarlos a su adolescencia eterna, 
hambriento de atención y cuidados,
cansino e infinito ciclo perverso...
Basta.
Ni víctima.
Ni cómplice.
Ni verdugo.
Reina, Soledad...
Más vale el consuelo de tu Chúcara compañía, 
que el asedio seductor de mil dagas 
del Adonis ansioso de hojalata.
Ayer me descubrí desnudo y sentí frío...
y no fue tu rostro, Adonis, el que anhelé...
¡Ay! si sólo te dieras cuenta, Israel, 
que se trate de aceptarse y conocerse...
de amarse y abrazarse primero,
antes que reclamarle amor a un tercero...

No hay comentarios.: