12 mayo, 2010

La debilidad de Ícaro

Inflo el pecho de esperanzas. Ansiosas las retinas, palpitan el horizonte. Se corren los velos, quedando el alma libre y desnuda.
Giros y más giros. Los brazos que intentan estrechar la nada y amigarse con el viento, las piernas extendidas, los pies en punta, en armonía con espíritu.
Y en un suspiro me detengo. Flexiono el orgullo y despejo el miedo de mi rostro. En un impulso hacia delante, comienzo a galopar, intuyendo pero confiando, paso a paso, a través del infinito de nubes de colores.
Y cuando el corazón alcanza su clímax, despliego mis alas y los pies, todavía agitados, descansan del plano de algodones y luchan contra la gravedad y la brisa.
Y, mientras le sonrío al sol, una música comienza a inundarme, de adentro hacia fuera: