Hoy te tuve entre mis brazos
tu mano sobre la mía
descansó sin prejuicios,
inocente, como al pasar.
Aguantaba la respiración cuando sonreías
te sentía más cerca, más todavía.
Tan dulce, tan pura
ojos sensibles, tierna voz
hermosa por dentro
cálida, radiante por fuera
un lucero en mi noche,
luna llena, plena presencia.
Alegría, gozo, pero...
“Me tengo que ir. Adiós,
nos vemos luego...”
¿nos vemos?
Te contemplo, vos me ves
tal vez no igual que yo:
no lo sé.
¿Cuánto más podré esperar?
¿cuándo podrá volar, por fin,
este corazón enjaulado,
que te sueña, te nombra,
te desea?
Dos pasajes tengo reservados
pero temo por mi mano:
tal vez no pueda saciar su sed
de acariciar tu humanidad.
Besos en mejillas que se colorean
sueños que se postergan, se van diluyendo
prejuicios verdugos, traición al ser
corazón cobarde, testigo mudo
pero no ciego.
Y en el fondo del alma amordazada
una voz, clara
grita y lucha por separar labios oxidados
para susurrarte muy despacito
sentimientos tantas veces saboreados:
¡Te amo, ahora, siempre!
Amor mío, amiga.
Buenos Aires (mirando por la ventana pasar la vida, sintiendo su roce indiferente pero con miedo a arriesgar)